Indiana Jones en el altar

Nicolás Bernal López

La Orquesta Filarmónica de Bogotá conquistó a los feligreses y vecinos de la iglesia Santa Lucía con un repertorio de las bandas sonoras más emblemáticas de todos los tiempos.

FOTO: La Orquesta Filarmónica de Bogotá

La gente ya se ha acomodado. Curiosamente, el lugar está atiborrado de personas de todas las edades. Algunas buscan con esperanza un espacio disponible para sentarse, mientras que otras disfrutan caminando alrededor del laberinto de cuerpos. Son las seis de la tarde y la iglesia Santa Lucía, ubicada en la localidad Rafael Uribe Uribe, parece disponerse para la habitual misa.

Sin embargo, ahora es diferente: el ambiente reservado y considerado es interrumpido por susurros de emoción. Las masas de adultos jubilados apenas son reconocibles entre tantos jóvenes, parejas, e incluso niños que corretean por entre las columnas, bancas y visitantes. El padre no se prepara para dar inicio al sermón; ahora hay alrededor de 30 músicos que se están posicionando, repasando las notas y afinando sus instrumentos. Es la Orquesta Filarmónica de Bogotá que oficiará su ritual.

Llega Andrés Felipe Jaime, el director de la Orquesta, hace las debidas presentaciones y sin más preámbulos alza la batuta con tal agarre y convicción que al bajarla, al unísono, los violines, las flautas, los platillos, los violonchelos y todos los instrumentos cobran vida transportándonos a un espacio y momento diferente. No estamos escuchando piezas clásicas de maestros reconocidos como Beethoven o Wagner. En cambio, son John Williams y Danny Elfman los que están cautivando al público de esta noche con temas de películas clásicas, tales como (Batman, Jurassic Park, Indiana Jones, E.T., el extraterrestre, La Lista de Schindler, Tiburón, Star Wars y Harry Potter./K)

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Y es que cuando Jaime desciende con fuerza su mano y da inicio al tema principal de (Jurassic Park/K), mis ojos inevitablemente se cierran y me llevan a la niñez, cuando mi amor por el cine nació. Recuerdo con gusto las incontables mañanas y tardes que acomodado en el piso de mi habitación revisaba todas las cintas VHS que tenía, hasta finalmente decidirme por una opción. Apoyaba mi dedo en la videocasetera y presionaba el botón de retroceder una y otra vez para ver de nuevo la misma increíble escena; cuando Alan Grant huye de los velociraptores, o cuando Darth Vader camina con imponencia entre sus soldados, o cuando Indiana está escapando de alguna trampa antigua. En un momento, mientras suena de fondo los temas musicales de (Harry Potter/K), el director eleva su batuta y, por breves minutos, esta parece una varita mágica que conjuga diferentes tipos de hechizos; y él, se transformaba en un mago ante nosotros.

En esas dos horas soy testigo de la confluencia de dos mundos: el de la fantasía que cada quien vive en su memoria e imaginación y el escenario que todos compartimos. Sin embargo, la realidad es tan cautivadora como la música: espectadores maduros que no ocultan su alegría y cuyas sonrisas y aplausos son el claro reflejo de lo significativo que fueron estas películas para ellos en algún momento, y pequeños niños que con las manos simulan el golpe de los platillos y que bailan con alegría las melodías tocadas.

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