Editoriales independientes: ¿adaptarse, resistir o morir?

Los altos costos del papel, la falta de políticas públicas que ayuden a la industria y un modelo de negocio que no es rentable para las editoriales hace que editar libros en Colombia sea más difícil que nunca. ¿Qué debe mejorar para que estas pequeñas empresas puedan subsistir y crecer?

Por: Micaela Chiliquinga

Feria del libro de Bogotá. Créditos: cámara colombiana del libro.

“Más allá de hacer libros, el editor tiene un rol político”, dice Juan Sebastián Montoya, director de Siete Gatos, al hablar sobre las dificultades que atraviesan las editoriales independientes del país. De acuerdo con Forbes, los colombianos leen en promedio 2,7 libros al año, un índice que está por debajo del promedio de otros países de Latinoamérica, como Argentina y Chile, donde leen 5 libros al años, y de otros países desarrollados, como Canadá (15 libros por año), Estados Unidos (12) o España (9). Estas cifras afectan la industria de la edición, sobre todo a la edición independiente, que enfrenta la falta de lectores, las dificultades de financiación, la crisis en los precios del papel y, sobre todo, la falta de apoyo por parte del Estado.

Quienes trabajan en este gremio han buscado distintas alternativas para mantenerse a flote. Los protagonistas principales son los editores, quienes luchan por encontrar nuevos mecanismos de adaptación en los procesos de edición y divulgación, al tiempo que esperan políticas públicas que amparen los proyectos nacionales y le den una nueva perspectiva a la lectura en Colombia.

En mayo de 2023, más de 750 personas de la esfera cultural colombiana firmaron una carta que recogía una serie de reclamos para el gobierno de Gustavo Petro, entre los que se contaban la inacción e ineficiencia de su plan cultural, en el cual existe una falta de apoyo a la difusión de diversas formas de expresión artísticas, literarias y musicales. La carta también hacía énfasis en la falta de liderazgo y gestión para llevar a cabo lo prometido en campaña.

Feria del libro de Bogotá. Crédito: cámara colombiana del libro.

Entre las principales peticiones se recogen la inversión en infraestructura y turismo cultural, así como acciones específicas para el desarrollo económico del gremio y garantías laborales para los artistas. También se identifica una necesidad de descentralización de las políticas culturales para lograr un acceso más generalizado de la población a una cultura, históricamente limitada. En cuanto a la industria editorial, la carta de los artistas dice en un aparte: “El fomento del libro, las bibliotecas y la lectura están subvalorados en la apuesta actual del Ministerio”.

A esto se le suma el llamado de atención de los editores, gestores culturales y bibliotecólogos, quienes cuestionan el Plan Nacional de Desarrollo (PND) y la Política Nacional de Lectura, Escritura, Oralidad y Bibliotecas Escolares (LEOBE) por su falta de perspectiva en cuanto a la multiplicidad de formas de analfabetismo, que van desde la total falta de capacidad lectora, hasta deficiencias en la comprensión y la brecha digital. Sobre este tema ahonda Juan Sebastián Montoya, director de Siete Gatos, una editorial dedicada a la publicación de libros que abordan temas como la guerra, la muerte, la migración y los feminicidios, direccionándolos para un público infantil y juvenil.

Para Montoya el principal problema, más allá de las dificultades de financiación comunes en el contexto de la edición independiente, es que Colombia es un país sin lectores. Por esto, la Política Nacional de Lectura, Escritura, Oralidad y Bibliotecas Escolares (LEOBE) es un plan con poca practicidad y difícil de aplicar. Montoya expresa que esta política carece de un objetivo claro que propicie un mayor acceso a la lectura. Es necesario, afirma Montoya, el establecimiento de “planes de lectura sólidos para que el país se vuelva lector, para que haya una identidad colectiva lectora”

Desde el sistema educativo, crear una identidad colectiva lectora es aún más complejo. Esto se evidencia al analizar los títulos de los planes lectores escolares. Usualmente, los libros que hacen parte de las clases en los colegios corresponden a un catálogo “canónico”, lejano a las realidades de los millones de niños y jóvenes colombianos. Rocío Cely, directora de Sincronía Casa Editorial, ha identificado esta hegemonía literaria, donde en el entorno académico “muchos autores se quedan por fuera”, motivo por el cual decidió fundar una editorial con enfoque de género, sobre todo en poetas latinoamericanas.

Editorial Sincronía

Además de los problemas que enfrenta el sector, hay otros contratiempos que enfrentan las editoriales. Este es el caso de La Jaula Publicaciones, que se enfoca en el libro objeto. Para la editorial, combinar literatura e ilustración implica una serie de aspectos en cuanto a la repartición de ganancias. Julián García, codirector y editor de la Jaula, aclara que: “Las figuras de escritores e ilustradores pesan igual”. Al autor se le da un 10% de las ganancias, pero si al ilustrador también se le otorga en ese 10%, esto ya constituiría un total del 20% de los ingresos por libro. Por esto, dependiendo del caso, evalúa la posibilidad de pagarle por adelantado al ilustrador y que el escritor reciba regalías.

Estos dilemas en la segmentación de las ganancias a las que tienen que enfrentarse las editoriales con cada publicación no solo incluyen a las personas involucradas en el proceso de creación (autores, ilustradores). Las distribuidoras y las librerías también se ven involucradas. Muchas veces, las distribuidoras facilitan la venta del libro, pero esto a su vez implica una inversión importante de las ganancias adquiridas, según García, un 20% aproximadamente. La Jaula hace parte del Colectivo Huracán, encargado de la distribución en más de 50 librerías nacionales, así como en distintas ferias de Colombia y el exterior.

A pesar de estos beneficios, Julián García cree que la subsistencia de las editoriales independientes está asociada con su capacidad de distintas alternativas de financiación, distribución y divulgación. Así, uno de los planes de la Jaula es retomar la distribución directa para percibir mayor porcentaje de ganancias. Esto implica, de acuerdo con García, “el robustecimiento de canales de comunicación, mercadeo y redes sociales”, lo cual representa una inversión, pero a largo plazo ser más rentable para la editorial.

Otro porcentaje de las ganancias suele estar direccionado a las librerías. En Bogotá hay una gran diversidad de librerías independientes como Matorral, Garabato, Casa Tomada, Prólogo Libros, Santo y Seña, Wilborada 1047, Tornamesa, entre otras, las cuales se han vuelto los nichos por excelencia para la divulgación de estas publicaciones. “Hay que luchar por mantener las librerías, especialmente las librerías independientes. No solo como espacios de divulgación, sino cómo agentes culturales”, dice García. Aunque insiste en que es necesario un método híbrido de divulgación, ya que las librerías suelen recibir entre un 30-40% de los ingresos. Si se encuentran otras opciones para combinarlas en el proceso de difusión del libro, termina siendo mejor para la editorial.

Mauricio Gaviria, director de Monigote, una editorial enfocada en la no ficción, el libro ilustrado y la tradición oral, está de acuerdo con muchos de los puntos expuestos por sus colegas. Para él, el modelo de negocio tradicional editorial-distribuidora-librería facilita que “los libros se encuentren con los lectores”, pero que económicamente no resulta rentable, ya que son “golpes de inversión inmediatos” de los que es difícil recuperarse. Aun así, hace énfasis en que el trabajo de divulgación y educación es primordial y se debe estar en la búsqueda constante de convocatorias y oportunidades, porque la visibilidad que reciben este tipo de publicaciones puede llegar a ser muy reducida.

Quienes trabajan en este gremio han buscado distintas alternativas para mantenerse a flote. Los protagonistas principales son los editores, quienes luchan por encontrar nuevos mecanismos de adaptación en los procesos de edición y divulgación

El fenómeno de la centralización de la lectura y el acceso a libros es más que evidente y tangible en un país lleno de desigualdades. Como indica Juan Montoya, la mayoría de estas editoriales se centralizan en tres ciudades: Bogotá, Medellín y Cali. Algunas han hecho un esfuerzo por adentrarse en otros espacios que han sido desplazados del foco de producción literaria y gráfica. Por ejemplo, Monigote distribuye sus libros a una librería en Villa de Leyva llamada Feroz, y La Jaula expone en la Feria del Libro de Tunja y trabaja con Alebrije, una librería en Barichara.

Llegar a otros municipios más distantes de la capital es muy difícil, debido a los costos en circulación, un gasto que pocas editoriales pueden cubrir. “Nos interesa descentralizar la escena, pero es muy difícil, porque nosotros también estamos parados desde el centro”, aclara Julián García.

El problema de circulación se extiende a toda la región latinoamericana. “Es más fácil que llegue un barco lleno de libros de España, a que nosotros enviemos un libro a algún lugar de Latinoamérica”, dice Montoya. Los costos de circulación en la región son elevados. Hace tres años, a Siete Gatos le costó 500.000 pesos enviar cinco libros a Argentina. Su director cree que hoy el precio de circulación ronda los 800.000 pesos. Esto hace que predominen los textos editados en Europa y Estados Unidos. Así, las aquellas iniciativas literarias de países más afines a la realidad colombiana queden fuera del mercado. Las dificultades del proceso de circulación y a su centralización, entonces, se extienden no solo en el país sino a toda la región.

Uno de los temas que más afecta a la industria editorial es la “la crisis del papel”. En el diario El Colombiano reportan que el costo del papel se ha incrementado 30%, lo cual a su vez aumenta los gastos en la línea productiva de estas editoriales. El número de libros publicados por una editorial independiente suele ser de apenas dos a tres publicaciones por año. Aun así, los actuales precios del papel han obligado a que los editores tomen decisiones que mitiguen los obstáculos financieros. De acuerdo con El Colombiano, Himpar, otra editorial independiente, en el peor de los casos tienen planeado “dejar en remojo el 30 % de su operación”, mientras que Sincronía Casa Editorial solo va a publicar un libro este año.

A pesar del complejo escenario, los autores se sienten acompañados por las editoriales independientes. Tania Ganitsky, poeta y escritora colombiana, ha trabajado con La Jaula, Frailejón, Cardumen e Himpar. De ellas destaca “el trabajo de co-creación”, en el que los editores contribuyen de manera constante al proceso de realización del libro. Rocío Cely también hace hincapié en la importancia de “acompañar a las autoras”, y Mauricio Gaviria bromea con que el trabajo del editor es “hacerles la vida complicada a los autores”, ya que la edición consiste en una lectura conjunta y diálogo constante entre editor y escritor. Aun así, Ganitsky encuentra dos problemas: el primero, que en ciertos casos hace falta más apoyo en la divulgación de la obra, y el segundo, que el tiraje que en primera instancia se había acordado se agota y las editoriales no pueden reimprimir, fenómeno que ella atribuye a los costos de producción y la crisis del papel.

Una de las alternativas desarrolladas por las editoriales para mantenerse vigentes es la iniciativa del Congreso de Literatura para Niños y Jóvenes de crear una Cámara del Libro Independiente, la cual se pueda convertir en un referente y apoyo para la gestión cultural que requiere esta industria. Así mismo, las dinámicas de becas y convocatorias ayudan a solventar la financiación de ciertas publicaciones. Cely expresa que, si bien existen varios incentivos, “hacen falta más”. Por último, las herramientas que brindan las plataformas digitales pueden ser de gran apoyo para que las editoriales pasen a adoptar ese “modelo híbrido”, que puede permitirles cierta autonomía en la distribución y establecerse en un escenario más rentable.

En el diario El Colombiano reportan que el costo del papel se ha incrementado 30%, lo cual a su vez aumenta los gastos en la línea productiva de estas editoriales.

En un país como Colombia, las editoriales independientes siguen buscando posicionarse en un mercado cada vez más competitivo, donde la oferta crece, pero el número de lectores disminuye. Es importante reconocer que el proceso de edición involucra otros pasos adicionales que son muy costosos, como la impresión y la distribución. Además, la centralización y la falta de circulación en el país y en Latinoamérica hacen que varias obras se desconozcan.  Lo anterior sumado a la crisis del papel, que disparó los costos de producción.

Las iniciativas que han surgido frente a las necesidades actuales demuestran el compromiso de los editores con su trabajo, que no se limita a las formalidades del proceso, sino que cumple el rol político de cuestionar las estructuras desiguales y burocráticas del recorrido del libro en el país. Este esfuerzo por adaptarse es un ejercicio de resistencia de las personas que siguen comprometidas con la construcción de un tejido social por medio de la lectura.

DIRECTOBOGOTA.COM

Es un proyecto de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, dedicado al periodismo digital, la producción audiovisual y las narrativas interactivas y transmedia