SEXO CON-SENTIDO

Natalia Latorre – p.latorre@javeriana.edu.co

La representación icónica del falo y el erotismo existía desde la Grecia y Roma pagana, pero con la reproductibilidad masiva la industria tomo un papel importante en la sociedad, convirtiéndose en el mayor consumo audiovisual, incluso más que Hollywood.

Ilustración: Natalia Latorre

El nacimiento de la pornografía se dio en prostíbulos franceses con el denominado cinema cochón, y su valor se mediría por la capacidad que tuviese para una estimulación óptima masculina. Y así con esos nacimientos un poco machistas fue creciendo rápidamente hasta llegar a 1970 a sus primeras proyecciones en salas de cine.

El problema central de la industria pornográfica hasta hace poco estaba centrado en el falo, en su rendimiento, en su tamaño y en especial el placer del hombre. Cámaras subjetivas en donde se aprecia el cuerpo y la cara de la mujer en el momento del éxtasis, lo cual lleva a deformar la idea femenina en el sexo convirtiéndola en un individuo multiorgásmico.

La preocupación surge en los jóvenes de 15 a 25 años quienes consumen porno a modo de aprendizaje y claro que así exploran su sexualidad y generan más empatía en el acto sexual y con su cuerpo, pero cuando se comienza a tener el porno como un referente de la relaciones sexuales, sin juegos previos al acto y pretender que el buen sexo se debería componer de posiciones exóticas y situaciones sumamente salidas de la realidad, lleva a generar conflictos y desilusiones en el momento de la excitación de la mujer.

Aunque una investigación publicada en la revista médica JAMA Psychiatry, el 66% de los hombres y el 41% de las mujeres estadounidenses ven pornografía al menos una vez al mes, la mayoría de contenido aún mantiene un estereotipo marcado hacia las mujeres, incluso el orgasmo femenino está enfocado no al placer de ella sino a la excitación del hombre al ver su rostro o escuchar sus gemidos, la masturbación femenina sigue tratándose como algo anexo haciendo creer que se debe gozar a través del hombre y no por cuenta propia.

No se puede negar que el porno es un referente y para muchos educa, así que se pueden generar contenidos enfocados al disfrute de ambos en donde una mujer no finja orgasmos y tenga que participar en penetraciones grupales, pues crea la ilusión de que las mujeres “deben” satisfacer las necesidades y estar dispuestas para su disfrute.

Es decir, generar porno feminista, y con ello no hace referencia a un porno solo enfocado para mujeres, ni porno suave, pues este cliché lleva a pensar que a las mujeres solo les gustan las imágenes sensuales o que muestren amor durante el acto, pensamiento que solo refuerza la creencia de que las mujeres no están interesadas en el sexo, o necesitan amor para tener sexo, tampoco se trata de ocultarte los contenidos explícitos a las mujeres como si fueran eternas menores de edad. La cuestión no es de moral al mostrar un primer plano de una penetración, el problema radica en que es angustiante lucir como sirvienta mientras las uñas largas te destrozan el clítoris.

Ilustración: Natalia Latorre

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Es un proyecto de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, dedicado al periodismo digital, la producción audiovisual y las narrativas interactivas y transmedia