Protestas feministas en México: entre la fe y la criminalización

Manuela Cano Pulido

El pasado mes de agosto cientos de mujeres mexicanas se tomaron las calles en una marcha contra la violencia feminicida. Curiosamente, los gobernantes y los medios fueron más críticos con los desmanes de las manifestantes que con el trasfondo de su protesta.

FOTO: Protestas en México. Tomada de Gettyimages. Autor: NurPhoto

“No olvidamos ni perdonamos” decían los carteles y pancartas que llevaban miles de mujeres mexicanas que marcharon en las calles. Muchas iban vestidas de negro, para denotar frustración, tristeza y resentimiento. Otras se tapaban las caras; querían mostrar que luchaban no por ellas mismas sino por todas las mujeres que alguna vez han sufrido la violencia en el territorio mexicano. Por eso los nombres propios no importaban, ni tampoco los rasgos de las manifestantes. En la Glorieta de los Insurgentes, en el corazón de la Ciudad de México, sonaban gritos de indignación, y muchas entonaban en coro “a mí me cuidan mis amigas”.

Con rabia se apoderaron de las calles de la capital mexicana bajo la consigna “No nos cuidan, nos violan”. Se referían al caso de una muchacha menor de edad, presunta víctima de violación por parte de tres policías. La situación empeoró cuando la Fiscalía filtró los datos privados de la joven y los medios de comunicación los publicaron. Las feministas rechazaron ese abuso y calificaron de “incompetentes” a las instituciones mexicanas al poner en riesgo la integridad de la menor.

Las violaciones, casi todas impunes, se han vuelto el pan de cada día; el pasado 10 de julio la víctima fue una mujer habitante de la calle y el 8 de agosto una joven en el Museo de Archivo de la Fotografía. Los victimarios de ambos casos servían en las fuerzas policiales. Exasperadas, las feministas mexicanas quisieron mostrar su hartazgo en las movilizaciones del 11 y el 16 de agosto. Y más allá de los abusos por parte de la policía, quisieron reivindicar todo tipo de violencia de género en un país donde la situación de la mujer parece empeorar a través del tiempo.

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El asunto ha llegado a niveles impresionantes. En el primer semestre de 2019 aumentaron en un 20% las denuncias de agresiones sexuales con respecto al mismo periodo del año pasado. Entre enero y julio se cometieron 3.233 delitos sexuales, sin contar los no denunciados. Según Amnistía Internacional, México tiene más feminicidios que el resto de países de América Latina. Además, la ONU reportó que a diario 10 mujeres mexicanas mueren asesinadas y que cada 9 minutos ocurre un caso de violación sexual. Por estas razones, la ONG catalogó la violencia de género en dicho como una pandemia.

En definitiva, no es un problema nuevo y su permanencia en el tiempo preocupa cada vez más a las mujeres. Por eso ellas no se han quedado inmóviles y a medida que aumenta la violencia de género, se movilizan cada vez más. Según la agencia Comunicación e Información de la Mujer, las feministas mexicanas se movilizaron 124 veces entre 2007 y 2017. Solo algunas de estas fueron recordadas, como la campaña Vivas nos queremos (2015) o el famoso MeeToo México (2018).

Sorprende sobre todo que la mayoría no tuvieran una trascendencia mediática y quedaran en el olvido. Surge una pregunta casi obvia, ¿por qué solo las recientes protestas tuvieron eco en los medios mexicanos y en sus más famosos editoriales? Marta Lamas, una de las académicas feministas más influyentes de México, afirmó para Aristegui que “solo cuando comienza a haber destrozos y violencia estas manifestaciones captan el interés”. Lamas se refirió a los grafitis que pintaron las feministas sobre el Ángel de la Independencia, monumento insignia de la capital, y los destrozos que hicieron en algunas de las estaciones del metro. Al respecto, Arianna Pani, internacionalista mexicana, dijo a Directo Bogotá (DB) que “por primera vez los periódicos más importantes tenían portadas sobre el tema. De manera generalizada hubo una condena. Ya no se debatía el tema profundo, la violencia contra la mujer, sino los destrozos y la violencia”.

Los titulares como “México: marcha feminista contra violaciones termina en destrozos”, o “Marcha feminista termina en violencia y vandalismo”, entre muchos otros, parecen dar la razón a Pani. Por otro lado, Mónica Cruz, periodista mexicana del diario AJ+, explicó a Directo Bogotá que los medios criminalizaron esta protesta a raíz de “la falta de perspectiva de género en la manera en la que se reporta la noticia.”

Cruz también anotó que en México “más allá del machismo inherente en las redacciones, si un medio ve que hubo vidrios rotos en la marcha feminista, elige enfocarse en los disturbios y no en lo que denuncian las mujeres, porque es más probable que la gente comparta o consuma el contenido por una reacción emocional”.

Resultó muy diciente que los medios mexicanos solo le pusieron atención al tema cuando las mujeres causaron daños en el centro de la capital. Por eso, las movilizaciones de la semana pasada dieron resultados paradójicos: enfrentaron la fe de una nueva generación de mujeres feministas contra la criminalización del movimiento.

Las protestas mostraron que todavía a una parte de la sociedad mexicana le cuesta aceptar que las mujeres alcen su voz. “Contaban unas compañeras que mientras marchaban les gritaban váyanse a la cocina”, afirmó a DB Camila Martínez, politóloga y feminista mexicana. Sin embargo, las protestas mostraron hartazgo con la impunidad, “soy optimista. Se trata de una generación que está harta, y no tiene miedo de desafiar a las autoridades, ya sea a los profesores, a la policía o a la misma jefa de gobierno”, concluyó Pani. Hay que recordar que la mandataria condenó las marchas en un primer momento.

Otros, sin embargo, se hicieron una pregunta distinta, ¿por qué enfrentarse a la violencia de género con otros tipos de violencia? Si bien los hechos de las protestas dejaron entrever el dolor reprimido durante años de las mujeres mexicanas, según anotó para DB Gregorio Hernández, sociólogo radicado en México, “hay que cuestionarse los métodos de lucha (…) Queda la pregunta si ser el destructor no te rebaja contra lo que estás peleando”.

Las marchas dejaron el interrogante de cómo hacer para que México escuche una voz ignorada durante años. “Llevamos manifestándonos décadas, denunciando de diferentes maneras la violencia de género y no se presta atención. ¿Cuál es la forma para que los medios de comunicación, los políticos, y una parte de la sociedad mexicana nos voltee a ver?”, se pregunta Martínez. Por ahora, queda la impresión de un México que parece tener la tendencia, como otros países latinoamericanos, a escuchar solo a las malas.

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