Que maluco es ser toche

Por: Marian Soraya Angarita Rincón // Periodismo cultural

“Mudarme a Bogotá fue una experiencia terrible. Sin embargo, avergonzarme por mi acento santandereano fue peor”. Una reflexión sobre el abandono y la renuncia a la identidad personal.

FOTO: Centro de Barichara, uno de los pueblos más representativos de Santander. Tomada de Wikicommons, propiedad de Juan Gómez.

“No me pelee, que no soy campesina como usted”, ese comentario rebosó mi paciencia y no reclamé más, hice algo peor: obligarme a no hablar como los míos. No fui arenosa, sencillamente ya había perdido la cuenta de los comentarios burlescos por mi dialecto santandereano y no estaba dispuesta a soportar uno más.

Tomé mi tarjeta Tullave, por descuido de la trabajadora de Transmilenio, y no había sido recargada. He ahí el motivo de la discusión; quité mi mirada, me tragué el llanto y odié hablar como hablo. Era tan amargo el café en los ojos de esa chica, en mi nudo de garganta y en mi decisión de pasar el torniquete con una identidad nueva. Esa mañana empezó mi nueva faceta. Empezó el cambio del usted por tú, del venga por ven, de un aire tosco por otro más delicado, ¡Qué joda tan arrecha!, perdón!, ¡qué jartera!

Hasta aquel momento ¿Había sido una verdadera santandereana? Retumbaba en mi cabeza mientras me asfixiaba contra la puerta del articulado. Sí, porque mi amigo Juan Carlos un día dijo creer que siempre discutía con mi mamá por teléfono, cuando era la charla más tranquila posible. Otro día, mi roomie me reprochó ser “muy seca” por ustear a mi crush. La tendera de mi conjunto me miró con desagrado cuando le pedí una “pipa” (un dulce o caramelo). Había vivido los dilemas básicos de un santandereano en Bogotá.

¿En serio? ¿Una verdadera santandereana? —susurré sin darme cuenta de que mi vecina de asfixia parecía incómoda de tener mi codo en su espalda—. Disculpa, no tengo posibilidad de cambiar de posición, le dije.

Regresó el debate mental. No había sido una verdadera santandereana, o mejor, esa mañana dejé de serlo. ¿Por qué? Los usteos, tono fuerte, expresiones regionalistas, todo quedó inválido cuando dejé de ser frentera, característica intachable de todo santandereano. Antes de dar la pelea por mi identidad me resigné a cambiarla. Espero, algún día, volver a ella.

“La lucha porque conozcan la verdadera cultura llanera se está dando”: Cholo Valderrama.

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