El Brexit agrava la herida norirlandesa

Andrés Balaguera

A menos de dos meses de la fecha límite del Brexit, Boris Johnson insiste en abolir la salvaguarda de la frontera irlandesa del Acuerdo. Ante la negativa de la Unión Europea, el primer ministro amenaza con una “salida dura” y pone en juego la endeble paz que se vive en la antigua colonia inglesa.

FOTO: Tomada de Pixabay

Para la periodista norirlandesa Lyra Mckee, la clave de la vida era “tener conversaciones difíciles y luchar por los corazones y las mentes de los que se oponen a nosotros”. Bajo esa premisa, dedicó la mayoría de sus trabajos a comprender la violencia que azotó a su país durante más de 30 años de conflicto. Sin embargo, el 18 de abril de 2019, 21 años después del fin formal de aquella conflagración, la joven reportera murió cuando cubría unos disturbios en la ciudad fronteriza de Derry. El grupo terrorista identificado como el Nuevo Ejército Republicano Irlandés (IRA) asumió la responsabilidad del hecho y demostró que en este momento conversar parece no ser una prioridad.

La muerte de Mckee recordó a los más escépticos que el conflicto de Irlanda del Norte sigue, al menos, latente. Algo de lo que el primer ministro británico no parece enterado. En efecto, a finales de agosto, en el marco de la reunión del Grupo de los Siete (G7), Boris Johnson reiteró que para concretar una salida negociada de la Unión Europea es necesario remover la salvaguarda irlandesa acordada por la entonces primera ministra, Theresa May. Dicha medida busca evitar que la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) restablezca una frontera física con aduanas y controles entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Al hacerlo, se pondría en riesgo la estabilidad social alcanzada con el Acuerdo de Viernes Santo, que el 10 de abril de 1998 puso fin a las hostilidades. A pesar de ello, Johnson no ha propuesto una alternativa viable y su obstinación ha profundizado la división entre los habitantes de la convulsa región.

La tensión sociopolítica irlandesa se remonta al proceso de colonización británica. Desde el siglo XVII, católicos partidarios de la independencia de Irlanda y protestantes simpatizantes del Reino Unido han protagonizado una seguidilla de conflictos que han marcado la historia de la isla. A raíz de eso, en 1920 el territorio se partió entre Irlanda del Norte e Irlanda del Sur. No obstante, con la promulgación en la segunda de la República de Irlanda en 1949, las hostilidades recrudecieron y la discordia de la población se acentuó a tal punto que en 1968 estalló el conflicto conocido como The Troubles.

Durante tres décadas, nacionalistas católicos y unionistas protestantes se enfrentaron continuamente en Irlanda del Norte. Con el protagonismo de la guerrilla más robusta en la historia de Europa Occidental, el IRA (Ejército Republicano Irlandés), el combate dejó más de 3,600 muertos. Finalmente, en 1998 se dio por terminado de manera oficial el conflicto con el Acuerdo de Viernes Santo. Desde entonces la frontera entre las dos Irlandas es prácticamente invisible y, conforme a los principios de la UE, la libre circulación de personas, bienes y servicios ha permitido una estabilidad relativamente pacífica.

FOTO: La calles en Irlanda. Tomada de GettyImages

Consecuentemente, el proceso del Brexit ha representado un gran riesgo para los norirlandeses. En el referendo de 2016, las votaciones en la provincia británica dieron como ganadora la opción que abogaba por el (Remain/K), la permanencia en la UE con un 56%. Sin embargo, su decisión se vio diezmada por el peso de los votos de la euroescéptica mayoría inglesa en las votaciones consolidadas. En ese sentido, las ideas de una salida sin acuerdo hoy lideradas por Boris Johnson han girado en torno a los intereses de ese 52% del Reino Unido sin tener en cuenta la voluntad manifiesta del 48% restante.

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Para Chris Henry, ciudadano norirlandés, su país en el proceso ha tenido “una ocurrencia tardía, un susurro que se pierde rápidamente en el viento”. Según relata Henry, “el aumento de las tensiones en la región a raíz de la incertidumbre del Brexit y el horrible asesinato de Lyra Mckee han demostrado que Irlanda del Norte debe tratarse con cuidado, pero los partidarios del Brexit prefieren ignorarlo y dejar que Irlanda del Norte se sumerja en un futuro profundamente incierto”.

FOTO: Las alegorías al IRA en las calles de Irlanda. Tomada de GettyImages

Según cifras del Gobierno norirlandés, los crímenes motivados por odio aumentaron un 41% en el mes siguiente al referendo del Brexit. De acuerdo a lo expresado por la periodista Jen Kirby en su artículo El problema del Brexit en la frontera irlandesa, en el portal informativo (Vox/K), el incremento de la violencia está directamente relacionado con la salida de la UE y el debate sobre la salvaguarda de la frontera irlandesa pues “el Brexit les ha dado un argumento a los nacionalistas que antes no tenían: aceptaron un Acuerdo de Paz en 1998 y 20 años después el Reino Unido lo abandonó”.

Para el internacionalista británico Matt Bevington, la implantación de controles aduaneros en la frontera irlandesa y sus posibles efectos económicos también podrían generar una inestabilidad sociopolítica porque “los comerciantes de la frontera, que en su mayoría son republicanos, pueden comenzar a cuestionar nuevamente el valor de que Irlanda del Norte siga en el Reino Unido dado que, hay que recordar, es una de las regiones más pobres de Gran Bretaña”. Al respecto, Henry afirmó que la instauración de una frontera visible le haría pensar dos veces antes de viajar a la República de Irlanda pues “es inevitable no angustiarse porque pueda haber ataques en los puestos limítrofes”.

El principal argumento de Johnson y el ala más radical de los Conservadores es que ese popular (backstop/K), como conocen a la salvaguarda, atenta contra la soberanía del Reino Unido al ir en contra de la voluntad democrática expresada en el Brexit. Esa misma postura ha agravado la crisis gubernamental norirlandesa que ya completa 959 días sin que los dos grandes partidos políticos, el republicano católico Sinn Féin y el conservador protestante Partido Unionista Democrático, lleguen a un consenso que les permita ejercer el poder compartido establecido por el Acuerdo de Viernes Santo. Lo anterior, según Bevington, podría obligar a que el gobierno del Reino Unido instaure alguna forma de gobierno en el país norirlandés y consecuentemente “llegue a exacerbar de nuevo las ideas de abandonar el reino Unido y unirse a Irlanda”.

Por lo tanto, es indudable que la división de la población norirlandesa no ha sido erradicada por completo. Aún hoy por hoy, en la mayoría de ciudades existen muros instalados en la época de The Troubles que separan los barrios netamente católicos de los protestantes. Conforme a los resultados de la investigación sobre los “Muros de Paz” de la Universidad de Ulster en 2015, más del 40% de los norirlandeses no tienen contacto con las personas que viven al otro lado del muro. Para Chris Henry, el proceso del Brexit ha intensificado la discordia que reflejan los muros pues “la gente está realmente preocupada de que termine en un conflicto más amplio.” En ese contexto, el resurgimiento de grupos como el Nuevo IRA y el UVF (Fuerza voluntaria del Ulster) ha dinamitado aún más la convivencia y según señala Henry “la mayoría de los jóvenes manifiestan que quieren irse del país en busca de algo mejor, pues Irlanda del Norte ya no tiene nada que ofrecerles”.

Lyra Mckee murió 21 días después de que el Parlamento rechazó por tercera vez el Acuerdo de Salida. Con su muerte, la sociedad del Reino Unido parecía vislumbrar los efectos de su tan intricado Brexit. Sin embargo, casi un semestre después, con el tema de la salvaguarda irlandesa aún sin resolver, Boris Johnson anunció que suspenderá las sesiones parlamentarias hasta el 14 de octubre y, pasando por encima del legado de Mckee, confirmó una vez más que su mayor interés tampoco es conversar.

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